sábado, 31 de octubre de 2015

Características de la danza: los movimientos








La danza del vientre está basada en la idea de continuidad, de fluidez. Es por ello que predominan los movimientos suaves y ondulatorios, combinados con vibraciones cortas y rápidas o bien más grandes y marcadas. Es un baile en el que participa todo el cuerpo, aunque la mayor parte del movimiento se localiza en las caderas, los músculos abdominales y la pelvis. Se basa en la disociación de movimientos, aprendiendo a aislar las distintas partes del cuerpo para crear distintas figuras y ritmos, que más tarde pueden ser combinados para construir diversas composiciones.

    Para comenzar a trabajar, se corrige la postura: la espalda debe de estar recta, los hombros alineados con la cadera y la cabeza alta. La bailarina debe tomar conciencia del trabajo que va a realizar, y sentir que "crece", de forma que su cuerpo se prepara naturalmente y "gana altura". Este hecho es, evidentemente, más psicológico que físico, pero necesario para lograr una correcta concentración y realización de los movimientos.

    Empezando por la cadera, se aprende a aislarla del resto del cuerpo para crear figuras circulares. Después se trabaja el vientre como lo hacen los yoguis: jugando con el aire, para finalmente armonizarlo con el movimiento del cuerpo. Es importante lograr un movimiento "limpio" y puro, ya que será la base sobre la que creemos combinaciones y ritmos.

Además de las ondulaciones del torso, creando figuras como el camello, las caderas describen líneas rectas y símbolos del infinito (ocho y maya); los hombros describen olas o acompañan el movimiento con acentos, al igual que el cuello se mueve sutilmente, siguiendo el ritmo del cuerpo.








Los brazos y las manos son un elemento vital en esta danza: cuando no se trabajan específicamente deben estar siempre colocados en una posición armónica para no romper el equilibrio. El baile con los brazos abarca un enorme margen de posibilidades, y es tan expresivo que suelen limitarse los movimientos restantes, para que la atención no se disperse a otras partes del cuerpo -si bien no debe descuidarse la posición del cuerpo, y se puede acompañar el trabajo de las extremidades con movimientos de cadera, vientre o cuello-. El trabajo con las manos es muy elocuente; por medio de éste podemos transmitir diversos mensajes y reflejar distintas emociones.

La danza del vientre se baila con los pies descalzos, para facilitar la conexión con la tierra. Los pies, sin embargo, no toman el mismo protagonismo que en otras danzas: el paso es ágil y ligero, para facilitar desplazamientos y giros, aunque también se pueden marcar acentos. En variedades como la danza gitana o la tribal el trabajo de los pies se hace más presente.

    Por último, cabe destacar la importancia de la expresión del rostro, que puede culminar el trabajo corporal si se encuentra acorde con el mismo, o bien deslucirlo por completo, si es rígida y poco natural.

    La danza oriental desarrolla las posibilidades expresivas del cuerpo, de manera sutil y suave; no venciéndolo, sino pidiéndole su colaboración, lo cual genera un sentimiento de satisfacción y equilibrio.

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